¿Qué nos esta pasando?
. "No es fácil vivir en un mundo donde ser mujer es sinónimo de belleza absoluta, procreación, perfección y delgadez. "
Este sábado es la marcha #NiUnaMenos, miles de voces y cuerpos femeninos saldrán a protestar en contra de la permanente violencia que sufrimos, en los hogares, en las calles, en los centros laborales e incluso de donde uno menos lo espera, el sitio donde uno siempre busca refugiarse y a veces resulta más abusivo que la sociedad misma, la Iglesia.
Cansadas, heridas, golpeadas, de rodillas, sometidas, con lecciones aprendidas y ahora puestas en pie, nos uniremos por las que la pasaron mal, por las que siguen sin encontrar la salida a sus infiernos y por las que intentamos olvidar el pasado que nos hizo perder la inocencia y nos hizo caminar por el mundo a la defensiva.
Se ha hablado a lo largo de estos meses en los que comenzó esta movida de diversos temas, en los artículos, en las páginas de internet, en los blogs, en las radios, en las calles, en las reuniones políticas, en las organizaciones, en los facebooks, entre resignación y lágrimas, de cambiar las estructuras, de enmendar los dolores causados por la indiferencia, de las cosas que no se deben decir cuando estás en medio de una lucha, de piconerías entre cabezas organizadoras, múltiples reclamos como el derecho a un aborto seguro tras una violación, leyes más severas para los maltratadores, jueces menos corruptos para impartir la justicia, la necesidad de que la Iglesia modernice su pensamiento para con el sexo femenino, el cambio de la cultura televisiva que denigra a la mujer permanentemente, la falta de asistencia sicológica, policial y todo lo que se requiera cuando una víctima llega a denunciar un abuso.
Pero de lo que pocos hablan es de lo que nos hacemos permanentemente a nosotras mismas.
¿Cómo así?
Pues sí, muchas veces las primeras violentadoras de nuestros cuerpos y las victimizadoras de nuestra mente somos las dueñas del mismo.
Hace mucho tiempo cuando decidí ser actriz y andaba estudiando para ello, tenía mucho temor sobre mi físico, punto número uno, debía ser extremadamente delgada, es bien sabido que las cámaras engordan y las actrices más reconocidas del mundo se alimentan, de apio, lechugas y diversas hierbas y batidos que las hacen lucir por debajo de su peso e increíblemente "regias" y si eso no ayuda, siempre está el dinero que pagara operaciones de todo tipo, como lipos localizadas, extracciones de cualquier sobrante, inyecciones rompe tejido adiposo, rellenos de todo tipo, extirpaciones de bolas de grasa en los cachetes para adelgazar el rostro, horas eternas con entrenadores y si esto no resulta, una ayudadita de inhalación de coca para quitar el hambre.
Claro está que para mí, mi tipo de cuerpo "ruso ricoton" (como me dijeron alguna vez) y poco dinero para los miles de tratamientos era todo un infortunio, muchas veces me rehusaba ir a los castings por temor al rechazo, ya que había escuchado muchas historias acerca del cómo los jefes de casting te mandan a tu casa por "gordita".
Con los años, mi talento se perfeccionaba y el físico ya no me parecía una prioridad para avanzar en lo que tanto me gustaba, quizá nunca iba a ser la protagonista de una novela, pero había múltiples cosas que rodean mi amor por la actuación, que me permitían trabajar en ello sin la necesidad de fabricarme una mujer que no era y dejar de rechazarme permanente en un espejo, comencé a creer firmemente que un artista perdura en el tiempo y que a determinada edad ya no puedes solo vender una imagen.
Si no hay cimientos construidos en el desarrollo del intelecto desaparecerás junto a cualquier accesorio que pudo venderte solo de una manera, la estética.
Cuando escribo esto, pienso en la infinidad de cosas con las que nos torturamos día a día las del sexo "débil" para poder competir en el mundo, no sólo por nuestras carreras si no para encontrar trabajos, conservar a los maridos, pelear con las demás por el estatus de la más "bonita", "flaca", "regia" e impactante. Y este no es un fenómeno local, ni de una minoría. Hace poco estuve en Moscú y vi muchísimas mujeres hermosas llenas de operaciones innecesarias que inclusive le quitaban la frescura, la sensualidad y las envejecía.
Mujeres que iban al mercado en absurdos tacos, mujeres que iban a hacer deporte con maquillaje de fiesta, mujeres que no disfrutaban de una buena comida con el temor al nuevo rollo en la espalda o a la nueva porción de celulitis en la nalga. Todas, a lo largo de nuestra vida, hemos deseado en secreto y en público ser perfectas, cambiar de nariz, lacear nuestro cabello ondulado, colocarle extensiones a nuestro cabello corto, cortar el cabello largo para darle más carácter a nuestra personalidad, comprar la crema reductora, quemar el maldito vello hasta quedar como quinceañeras, usar esa maldita faja que te deja sin respiración, usar ese sostén y calzón con relleno, inyectar todas las malditas arrugas, llenarnos los labios, no de besos si no con colágeno, tener las uñas más largas y perfectas del mundo, así las naturales queden absolutamente arruinadas, probar la dieta de toronja, de la sopa, de las 1200 calorías, de las proteínas, de la manzana, de la abstinencia, de la vomitadera, de la inanición y deseando en secreto que nos dé alguna especie de tifoidea para bajar diez kilos en una semana, tatuarnos las heridas, crear con maquillaje alguien que no somos, pintarnos el pelo hasta cambiar de identidad y satisfacer nuestras almas empequeñecidas por las imágenes publicitarias y de la maldita perfecta cerveza.
Por eso existe la Barbie humana, por eso veneramos el culo de la Kardashian, los labios de Millet y criticamos con el filo de Magaly Medina los primeros rollos de Tilsa o que Alexa Moreno (brillante gimnasta Mexicana que participó en las Olimpiadas) sea un chancho en el aire, desmerecemos con hidalguía a las subidas de peso o a las que no saben combinar su cartera y zapatos y ridiculizamos la inteligencia y el talento en nombre de un par de siliconas.
Hoy por hoy el universo nos somete a la dictadura de la moda, muchas han decidido rebelarse y vivir la dulce anarquía, aceptándose, complaciéndose, amándose por sobre todas las cosas. Alicia Keys anunció que nunca más usaría maquillaje, Demi Lovato no quiere más phtoshop en sus fotos, Gabourey Sidibe (protagonista de Precious) puede llegar a ser una mega estrella, y modelos que no son talla 0, como Kate Upton, desfilan sus bellas curvas sin anorexia como marca.
Nadie dice que el camino será fácil, yo lucho todos los días contra mi peso y posiblemente en un golpe auto infringido a mi autoestima correré a colocarme nuevamente extensiones. No es fácil vivir en un mundo donde ser mujer es sinónimo de belleza absoluta, procreación, perfección y delgadez. Pero para dejar de ser una menos es preciso, además de todas las referencias a los derechos de igualdad y las victorias que aún nos esperan, hay que comenzar a quererse más.
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