¿Y no será más bien que Lima es gris porque nosotros seguimos rechazando lo fosforescente?
Desde el momento que la memoria me lo permite tengo un recuerdo de "Lima la indiferente" para con muchísimas cosas, algo que volvió a abordarme esta semana al ver que el fuerte sismo de Arequipa pasó casi imperceptible, como si fuese un bombardeo sirio o los secuestros realizados por Boko Haram de los cuales no nos enteramos o asumimos como una verdad inevitable en el mundo terrible que nos rodea y mientras que no afecte nuestro tranquilo y adormecido espacio vital, no habría problema en evitar la fatiga de indignarse, solidarizarse o simplemente reaccionar de alguna manera.
Enumerar las muchas cosas, sucesos, hechos, actos (Puno, Puno, Puno) con los que somos indiferentes me llevaría a una profunda depresión de fin de invierno y de comienzos de una Primavera lejana del sol.
Y será que esta semana "el mundo está cambiando, la lluvia caerá y luego vendrá el sereno" que he visto, oído, sentido con vocación de esperanza antipática, de esa que te cae espesa cuando se pone excesivamente positiva, cosillas en mi corazoncillo ansioso e inevitablemente lleno de melcocha con harto manjar blanco cajamarquino, que me han generado ilusión.
Ustedes dirán que son cosas que pasan siempre, y resulta que ahora les he prestado la atención debida, que mi pesimismo me ha hecho subirle los watts a la luz al final del camino y que como un muerto que quiere reunirse con Jesucristo me he dejado guiar por los foquitos celestiales de la gloria.
Puede ser, es lo más probable, pero no puedo evitar que mis ojos excesivamente enamorados naveguen por las circunstancias del apasionado optimismo en medio del cielo gris lleno de dulce de dióxido de nitrógeno y benceno.
Mi irrealidad comenzó el día de la marcha:
Camine hacia la estación de Metropolitano para, según yo, llegar mucho más rápido e ir cómodamente sentada, como sucede los sábados. Al llegar a la estación mire hacia abajo y divisé que los micros rebasaban como en los días de paro transportista. ¡Pero NO! No era un paro, no era un viernes de fin de mes. Era gente decidida a que la situación de la mujer debe cambiar en la historia para siempre.
Mi corazoncito comenzó a latir y mi cabeza se llenó de hashtags tipo: #vamospueblocarajo #elpueblonoserindecarajo
#niunamenos
#metropolitanolike
#yolaconocienuntaxi
No me dolieron las quince lucazas hasta el centro, sobre todo, porque el señor del taxi me contó todos los esfuerzos que hizo ese chiclayano de pura sepa para que sus dos hijos estudien en el extranjero y que ya faltaba poco para que regresen y la familia, en un esfuerzo conjunto, salga adelante.
Durante el trayecto por la avenida Petit Thouars, en semáforo en verde, había una señora cruzando con un perro que caminaba al ritmo de ella o ella al ritmo del perro, nunca lo sabré. Ambos bordeaban la edad de la tortuga y milagrosamente el chofer de la cúster (que no era la famosísima y reconocida ORIÓN) freno, hizo una señal de pase a la señora y muy tranquilos esperamos todos por la vida que pasa volando en cámara lenta frente a uno.
Al bajar cerca a 28 de julio caminé con la sed de vitamina C que me caracteriza y la casera del juguito, supongo que motivada por la marcha, me regaló un vaso más de yapa.
Me dejó más power que mi adicción al Red Bull y realmente volé durante varias horas en medio de ancianos, niños, hombres y mujeres de todos los colores y de todas las ganas.
De regreso en la avenida Alfonso Ugarte mientras caminaba en el piso hallé varias jaulas con gatos y perros, cuando estaba a punto de conseguir una buena tunda por intentar liberarlos, se me acercó un grupo de jóvenes de unos dieciocho años calculo y me dijeron que colabore con ellos y su labor de rescate de animales de la calle, los bendije quinientas veces y subí al micro de regreso con fe en el entrecejo.
Como de costumbre, lo que me esperaba, era lo que todos prejuzgamos, cosas tipo:
En Lima nadie le cede el asiento a nadie, hay que levantar a punta de insultos a los jóvenes malcriados que se resisten a convivir con la educación de una ciudad "civilizada".
Hay que tener excesivo cuidado porque los que suben a vender casi siempre son choros, o usan el dinero recolectado para las drogas y esa trágica historia del hijo en el hospital es una vil mentira.
¡Pues no señor!
Le cedieron en mi cara pelada el asiento a una embarazada y a un viejito que sonrío con júbilo cuando dos levantaron su comodidad para apoyarlo.
Luego, subió un chico ayacuchano contando que ha venido a Lima a estudiar y que lo va a lograr y que hace varias labores, entre ellas, vender cosas hechas por él y demás para poder pagar sus estudios.
Y así fue todo mi camino de regreso, una hermosa epopeya que valió la pena narrar.
Llámenme crédula, sonsa, positiva, cursi, optimista, mashmelow, fresita, como mejor les quede a los karmosos, des motivados o desesperanzados, pero ese fue mi mágico día y quizá vengan días mejores.
Tengo fe en el nuevo presidente, quizá me equivoque pero déjenme creer en el amor, ese que exuda cuando estás en los primeros meses de fantasía e ilusión pura, déjenme acostarme con la esperanza y despertar envuelta en preferencia, lo prefiero, lo recontra prefiero, en medio del smog, del tráfico y los problemas, por ahora irreversibles, de nuestra ciudad.
¿Y no será más bien que Lima es gris porque nosotros seguimos rechazando lo fosforescente?
El mundo siempre es peor o mejor de lo que creemos, uno puede elegir siempre en qué parte de la historia desea estar.
#TengoFeQueTeVasAInteresarYMeVasALeerEstaVez
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